Este maravilloso y, para mi, tan apreciado muñeco (casi tanto como la Nancy, ya que mis ansias de tenerlo fueron infinitas), aparecía con la novedad de que gateaba, además de tener unos enormes ojos y una cara muy poco común en los muñecos de la época. Hasta el momento sólo lloraban o hacían pompitas....
Evidentemente, como una niña de ocho años no entiende de precios, fui pesada hasta la saciedad y no sé cómo mi madre no me envolvió en papel de regalo, con lacito incluído, y me envió a Siberia a pasar una temporadita con los esquimales, ya que, he de reconocer que, recordándolo, me caigo pesada a mi misma. Pero mi madre, que sí sabía mucho de precios y de llegar a final de mes ahorrando, no lo tenía previsto en sus planes, ni lo tuvo nunca.
La artimaña de mi madre, desde luego, no funcionó... tuvo la gran suerte que al año siguiente ni siquiera aparecía en la juguetería... Y ahí desistí de poder hacerme con uno...
Allí había de todo (por supuesto, de Nancy y complementos, ni rastro)... Lo primero que hice fue agarrarme al Patoso como una loca posesa y, con él en la mano, con una caja que tenía más polvo que mi salón, fui revisando todo lo que tenía y, amontonado como si fuera a ir a la basura, descubro otros tres patosos. Le dije al instante que me los llevaba todos, sin preguntar siquiera cuánto pedía por ellos...
Por supuesto, quise ver la reacción de mi madre en el momento de enseñárselos, me dejó sorprendida y me recordó que, una vez que dice algo, no se desdice aunque le vaya la vida en ello: "Me sigue pareciendo un muñeco feo, feo... el más feo que vi en mi vida!!!!", jajaja... lo que me hace mucha gracia ya que, ese comentario me certifica su sufrimiento al no poder comprármelo... De otro modo, ni siquiera se hubiera acordado de él... Su frase fue la misma que treinta años atrás... así que, no me queda otra que decirle: "Gracias mamá..."
Pues aquí os dejo las fotos de mis preciadisimos Patosos, que no saldrán jamás por la puerta y me estoy pensando en dejarlos en testamento, jajaja...